
Esta es la continuación de la entrada anterior, introductoria, sobre la distonía focal. Estas son las orientaciones que prometía al final de la entrada, que puedes consultar aquí: Metanoia – sobre la distonía focal y el cambio de mente que requiere superarla PARTE 1
Bajar los humos
La vergüenza del distónico es producto de un ego (tóxico). Es difícil aceptar, sobre todo si realmente has llegado a un nivel elevado de desempeño profesional, que igual estabas equivocado en ciertos aspectos de tu manera de tocar y de plantear la música. No es nada fácil volver a primero de elemental en algunas cosas. A mí me costó horrores aceptar eso, sentía una vergüenza profunda, no de cara al público, sino conmigo mismo, cuando hacía caídas de antebrazo sobre una sola nota y aun así a veces sentía la co-contracción desagradable (fallo en la inhibición de los antagonistas en la acción de los agonistas: resultado ‒ tensión brutal, tirones en ambas direcciones) en algunos dedos. Tuve que aprender a abstraerme de esa auto-vergüenza y centrarme en mi reeducación. Tuve que aprender la humildad de tocar una sola nota, escuchar el sonido, respirar, intentar sentir todo lo que podía sentir en mi dedo, mano, antebrazo, brazo y el cuerpo en general, intentar sentir las vibraciones del piano a través de la tecla, eliminando el tiempo de la ecuación para añadirlo después con extrema cautela, parando y respirando cada vez que se asomaba la co-contracción. Tuve que aprender a alegrarme cuando una sola nota volvía a ser placentera y a celebrar el éxito de enlazar dos notas sin tensión. Emprendí este proceso con mucha curiosidad, con muchas ganas para un resultado positivo.
Redefinir la técnica
Se suele malinterpretar la técnica como escalas, arpegios, octavas, etc. La técnica no es eso, es algo anterior a eso, de mayor profundidad. Las entradas anteriores de mi blog –y muchas de las que van a seguir‒ han intentado aportar lo que en este proceso he entendido como técnica: escuchar (como canto interno), alineación, timing (timing!!!!!!), soltar, entender tu cuerpo, propiocepción, contacto, etc. Mis maestros en esto han sido grandes pianistas (¡qué suerte!), distintos libros con distintos aportes y enfoques (los más importantes: What Every Pianist Needs to Know about the Body de Thomas Mark ‒fundamental‒; What Every Musician Needs to Know about the Body de Barbara Connable; A las puertas de la maestría ‒no disponible en español, mis primeras dos entradas son una especie de reseña‒ de Grigori Kogan, The Craft of Piano Playing de Alan Fraser; On Piano Playing de Abby Whiteside; Historia de la técnica pianística de Luca Chiantore ‒ como resumen de distintos enfoques y una fuente genial de bibliografía), muchos vídeos (Virtuosity in a Box ‒ mejor compendio de Enfoque Taubman; la serie de Graham Fitch para Pianist Magazine; virtuosos tocando y un largo etcétera) y un Máster en técnica y biomecánica pianística (bueno, me falta el TFM, ha sido año de oposiciones ‒por fin con plaza fija en Madrid‒ 😉). Te animo a que no ceses de investigar, cada cosa tiene sus aportes valiosos e inesperados. Acepta que todavía hay mucho por aprender y que hay buenas personas dispuestas a enseñártelo. Búscalos. Y también alégrate de todas las herramientas que vas a adquirir para guiar y enseñar a tus alumnos si eres profesor. Serás un mejor profesor y podrás prevenir patrones de movimiento y de conducta que pueden llevar a una futura distonía focal. Por último, en esto de la técnica, a mí esta búsqueda me ha hecho tocar bastante mejor que antes de tener distonía.
Hacer las cosas y callarse. Sísifo encarnado
Tienes que encontrar al menos cierta comodidad en luchar contra molinos de viento o gritar en el desierto. No busques demasiada comprensión en tu familia y amigos, no todos están capacitados para entenderte. Quiérelos igual. Ignora a los listillos que te dicen que te relajes y que está todo en tu cabeza, sugiriendo que te lo inventas, tampoco están capacitados para entenderte.
Hay un poder enorme en hacer las cosas y callarse. Uno redefine la dignidad, reconecta con su ser y quema en hogueras imaginarias contratos imaginarios con el destino. Uno se centra en el presente, en el ahora. Si has emprendido una reeducación motora, confía en el proceso. También te digo que el proceso es bien puñetero, no es lo que más confianza inspira. Si te pudieras quedar con algo, como única cosa, de todo lo que escribo hoy aquí, que esa cosa sea no busques la permanencia del resultado. Es literalmente el mito de Sísifo. Un día haces bien las cosas, va de maravilla tu mano, te alegras como un niño de que “ya no tienes distonía”, de que por fin lo has pillado, de que no hay vuelta atrás y al día siguiente te despiertas torcido y otra vez tu fiel compañera te da los buenos días. No te preocupes, eso no dura para siempre. Cállate, deja de quejarte y siéntate al piano, haz lo que has estado haciendo para que la cosa mejore.
Lo que ocurre es que estás sustituyendo unos hábitos por otros y eso no es nada sencillo. Joaquín Fabra (que en paz descanse) ‒de quién aprendí a poner mi atención en mi intención y no en el miedo al fracaso, al síntoma‒ lo llamaba Dr Jekyll y Mr Hyde. El proceso, de duración variable en cada persona (oye, no cierres la puerta a que para ti sean solo un par de meses, igual tu plasticidad cerebral es maravillosa), consiste en fortalecer hábitos motores saludables (Dr. Jekyll) y debilitar los hábitos motores defectuosos (Mr. Hyde). Hay un periodo de convivencia entre los hábitos y según las circunstancias (el cerebro es muy suyo, puedes tener un día absolutamente maravilloso, soleado, sin estrés aparente y con felicidad genuina y aun así que sea el día que más distonía tienes) se activan unos hábitos u otros.
En la etapa final solía empezar muchos días desconectado y poco a poco, en una hora o dos de estudio consciente, de hacer cosas básicas, se me iban “encendiendo los motores” hasta que los síntomas desaparecían. ¿Qué motores? El de soltar después de tocar, el de la rotación, el de la escucha, el de la alineación, el de la visualización, el de la coordinación de todo el cuerpo, etc. Son cosas distintas, son como ingredientes de una receta. Aunarlos en algo unitario es lo que más tiempo lleva. Pero el hábito se fortalece hasta que se convierte en algo completamente fiable. Hoy día, si estoy unos días sin tocar, todavía siento ciertas incomodidades en algunas cosas, pero no de la misma naturaleza que antes. Se me pasan con estudiar un poquito. En periodos de estudio diario continuado todo va bien. Las incomodidades, si las hay, son las que tiene cualquier músico sin distonía en el proceso de aprendizaje de las obras.
Por lo visto, según literatura científica, los hábitos motores no se eliminan nunca, solo se debilitan. De alguna forma, la distonía está presente para siempre, solo que tienes a mano una opción mucho mejor, mucho más entrenada, más sólida ‒porque se ha hecho de forma consciente‒, que con la práctica aprendes a escoger automáticamente siempre.
Abre tu mente
Recuerdo que en el conservatorio tenía un compañero que estiraba más que tocaba. Yo lo miraba por encima del hombro mientras me rompía los dedos tocando Mussorgski y Rachmaninov. Eso era mi mente cerrada que, gracias a la distonía, se ha ido abriendo. Pensaba que la meditación, el Tai Chi y otras historias eran chorradas o cosas para débiles. Bueno, no tengo constancia de que mi compañero, con sus estiramientos y con sus meditaciones, haya desarrollado una distonía. Yo sí. Como dije en la entrada anterior, la enfermedad de la que todos padecemos es el positivismo científico, la exigencia de la pastilla, la desespiritualización del ser y de la música. Pero la ciencia cambia y poco a poco va avalando lo que prácticas ancestrales, sobre todo orientales, enseñan desde hace milenios. Meditar te enseña a parar, a abstraerte, a construir desde abajo, a ser consciente de tu mente y de sus trampas. El Tai Chi te enseña a coordinar tu cuerpo, a respirar y a moverte con atención, potenciando muchísimo tus habilidades propioceptivas. Lo que aprendes en el Tai Chi, que en un solo movimiento participe todo el cuerpo, es exactamente lo contrario a lo que ocurre cuando se focaliza el movimiento en un dedo. El dedo no puede tocar aislado del cuerpo, de tu ser y de tu voz, es absurdo, es demasiada carga y finalmente responde con una barrera que te impide seguir tocando. Te dice: “hasta aquí”, o “por ahí no vayas”. Se puede hacer exclusivamente desde el piano, pero el Tai Chi tiene otros beneficios para la salud general, que no vienen nada mal.
Coordina tu propia salud
La neuróloga de la ponencia que mencioné al principio de la entrada anterior decía algo muy interesante: que ella trabaja con imágenes cerebrales, pero que todos estos enfoques distintos modifican esas imágenes cerebrales. En situaciones de estrés, de poco dormir, de mal comer y mal vivir, Mr. Hyde aflora y se fortalece. Invierte tiempo y energía en preparar el terreno para el fortalecimiento de Dr. Jekyll, en cambiar esa foto del cerebro desde la alimentación, el ejercicio, las risas entre amigos, un videojuego sin sentirte culpable por perder el tiempo, estar en la naturaleza y respirar aire fresco, o lo que sea que te haga sentirte bien. Disfruta de la vida.
Un psicólogo puede ayudar. Cuando fui, me gustó mucho una frase de mi psicóloga: todos estamos de alguna forma enfermos, pero hay algunos que se agarran a lo que hay de salud dentro de ellos y quieren potenciarlo, sin abandonarse en la enfermedad. Hace falta humildad, de nuevo, para aceptar que un psicólogo te puede ayudar. El ego es arrogante, va a intentar por todos los medios reforzar el tabú de que es una vergüenza ir al psicólogo, te va a llenar de miedo al “qué dirán” o a descubrir que estás loco de remate si vas al psicólogo. Nada de eso es real. Lo que sí es real es que hay profesionales de la salud mental que te pueden guiar en el conocimiento de tu propia persona y del funcionamiento de tu mente. No estás loco y no es ninguna vergüenza pedir ayuda. Si lo haces, estás comprometiéndote con tu salud, estás poniendo valor en tu vida.
Si puedes, para
Los primeros dos años de distonía focal estuve trabajando en conservatorios, primero como pianista acompañante de danza y después como repertorista. Fue una experiencia desagradable que estoy convencido de que tuvo que ver con estirar en el tiempo la recuperación. Por desgracia, en un sindicato, en vez de ayudarme me metieron el miedo en el cuerpo de que si pedía la baja por distonía focal igual me inhabilitaban por “capacidades mermadas”. Eso, descubrí más tarde, no es verdad. Pero en ese momento me lo creí e iba a diario a un trabajo que no quería perder, en el que estaba obligado a seguir tocando. A veces conseguía estar bien, pero muchas otras veces tocaba con toda esa tensión brutal, fortaleciendo los malos hábitos. El tercer año fui profesor de piano, lo cual ya era un descanso bastante grande que me ayudó mucho a recuperarme. Seguía tocando, de hecho, tocaba mucho en todas las clases, pero el hecho de ser yo quien decidía cuándo tocar, ya era mucho mejor que estar obligado a responder cuando la profe de danza lanzaba un “Y” sin mirada al aire (su onomatopeya preferida para que el pianista empiece a tocar) o tocar de principio a fin las obras de saxofón, trombón y percusión, aprendidas bajo presión en poco tiempo, en la clase de repertorio.
Como vi que tocar menos y con menos presión tenía que ver con avanzar en la recuperación (descubriendo América, LOL) decidí darme de baja durante un año de la lista de interinos y hacer un máster en Musicología en la UCM. Durante ese año, absolutamente todo lo que tocaba estaba encaminado a la recuperación. Me lo tomé muy en serio y al final dio resultados.
El año siguiente volví a trabajar de repertorista, tocando habitualmente entre 6 y 8 (a veces 9 o 10) horas al día entre trabajo y estudio en casa, pero ya con otras reglas del juego. Podía hacerlo, podía aguantar esa cantidad de estudio mucho mejor que antes de tener distonía, porque me movía, pensaba y escuchaba de otra forma, ya con los nuevos hábitos mentales y motores fortalecidos.
Si tus circunstancias personales te lo permiten, te recomiendo que hagas un parón inmediato y te centres en la recuperación. Se puede hacer trabajando, pero lleva mucho más tiempo.
Valórate
Sabes perfectamente que la mayor chorrada del mundo de la música es poner todo el valor en algo demasiado reducido: concursos, discos, conciertos, punto. Una parte de ti lo sabe, cultívala. No digo que dejes de soñar ni mucho menos. Conozco personalmente a concertistas que han superado la distonía y tocan de maravilla. Pero aprende a valorar también toda la música que no ocurre en grandes salas. Hay música en conservatorios, en la docencia en general, entre amigos, hay música en soledad también, en el salón de tu casa, en la escucha real de una grabación o cantando en la ducha. A veces hay más música en estos lugares que en las grandes salas.
Metanoia – sobre la distonía focal y el cambio de mente que requiere superarla PARTE 1
Si piensas que a alguien le puede interesar este bloque de dos entradas sobre la distonía focal, no dudes en compartirlo. Insisto en la necesidad de hablar del tema, de buscar ayuda y la enorme utilidad de testimonios de músicos que han logrado una recuperación completa. Mi contacto está aquí, estoy dispuesto a ayudar como pueda. ¡MUCHA SUERTE!
Deja un comentario